Procedencia: otraveznoensayago.blogspot.com
A pesar de la abrumadora cantidad de datos y estudios científicos que corroboran los graves problemas de insostenibilidad que vivimos, las soluciones que se proponen, a todos los niveles, siguen siendo extraordinariamente tímidas y lentas. Los temas ambientales, desgraciadamente, no suelen ser considerados prioritarios y son dejados en segundo término detrás de las cuestiones económicas o sociales. Muy pocos actores políticos son capaces de ir más allá de la superficialidad y ver que muchos de esos problemas socioeconómicos hunden sus raíces en la insostenibilidad de nuestra sociedad y es, por tanto, inútil intentar resolverlos sin abordar a la vez las cuestiones ecológicas en un enfoque holista.
La tecnología es, probablemente, el factor que más nos “ayuda” a mantener esa artificial ceguera respecto a la relevancia de la crisis ecológica. El espectacular despliegue tecnológico que venimos experimentando desde el siglo XVIII ha permitido que los seres humanos dejemos de sentirnos como nuestros antepasados, a merced de la naturaleza y sus vaivenes, y nos induce a creer que la tecnología puede resolver todos nuestros problemas. Sin embargo, nuestra dependencia respecto a la naturaleza sigue siendo prácticamente la misma, ya que todo el paraguas tecnológico está, en definitiva, construido con recursos naturales. La tecnología es un proceso complejo en el que intervienen, no sólo conocimientos científicos, sino también materiales, infraestructuras, personal cualificado, y, sobre todo, la energía necesaria para alimentar todos esos eslabones.
Nuestra industria, nuestras ciudades, nuestro transporte y nuestra agricultura se han diseñado pensando en la energía fósil. También la enorme extracción de minerales que actualmente realizamos ha sido posible por la energía abundante que ha permitido explotar minerales. Por ello es muy difícil que únicamente la tecnología, y sobre todo esta tecnología que hemos diseñado en épocas de recursos abundantes, sea capaz de resolver por sí sola los problemas de escasez con los que ahora nos enfrentamos.
Los límites de los combustibles fósiles y el hecho de que se estén empezando a manifestar fenómenos de estancamiento en su producción (picos del petróleo, gas y carbón) cuestionan, no sólo nuestro actual modo de vida consumidor de bienes superfluos, sino también el desarrollo tecnológico futuro, que no va a poder basarse ni en una energía ni en unos minerales tan abundantes y baratos como los que hemos disfrutado a lo largo del siglo XX.
La tecnología que nos puede transformar
Una tecnología es sostenible cuando respeta, al menos, tres normas básicas: uso de energías renovables, cierre de ciclos materiales y acomodo a los ritmos del planeta.
Nuestra tecnología está todavía lejos de basarse únicamente en energías renovables, pero todavía está más lejos de cerrar los ciclos materiales, es decir: reciclar todos los elementos a tasas cercanas al 100%. El reciclado es vital para no agotar los minerales, ya que los elementos de la corteza terrestre son finitos y actualmente los extraemos de zonas de concentraciones excepcionalmente altas (minas) y los desechamos en vertederos donde se dispersan y mezclan. El descenso energético hará mucho más complicada la extracción y el reciclaje, ya que ambos procesos son intensivos en energía. Además, una vez que los elementos se han dispersado por debajo de un nivel o se han mezclado de ciertas formas, se vuelven prácticamente irrecuperables.
Deberíamos diseñar únicamente aparatos que estén pensados para ser reparados, tengan una vida útil larga y permitan que todos los elementos se reciclen. Además sería preciso diseñar formas de producción y venta que no estimulen la obsolescencia. ¿Tendremos los minerales suficientes para mantener internet, las baterías de los vehículos eléctricos o los complejos sistemas de control de las redes eléctricas si seguimos tirando a los vertederos el litio, el platino, el germanio, el vanadio y otros minerales escasos como hacemos ahora?
El tercer requisito de la sostenibilidad es el acomodo a los ritmos del Planeta. Por muy bajo que sea el impacto de una tecnología, si su uso es desmesurado, se vuelve insostenible. La biomasa o la energía eólica pueden ser sostenibles a una escala razonable, pero dejan de serlo si su uso es tan grande que llegan a causar deforestación, erosión o incluso interrumpir los vientos dominantes y cambiar el clima de una región. La ecología es la ciencia del equilibrio y es la armonía entre las actividades humanas y las del resto del Planeta la que nos dice si somos sostenibles o no.
La acción política y la conciencia ecológica no son suficientes en estos momentos. Debemos también bajar al plano material y construir una economía sostenible que cubra las necesidades básicas de las personas y evite que caigan en la marginación y la desesperación. Prestar especial atención al plano físico e ir construyendo, por a poco, formas de alimentarnos, producir y vivir poco dependientes de la energía fósil puede convertirse en la brecha que permita que las energías contenidas por el miedo empiecen a fluir y realicen el cambio hacia esa sociedad más justa y sostenible que tanto necesitamos.
Margarita Mediavilla
Proyecto europeo MEDEAS
Universidad de Valladolid
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