La educación como herramienta de contrapoder para los jóvenes


Hagamos un viaje por los recuerdos. Año 2018, Suecia, una chica joven, llamemosla Greta, empieza a concentrarse en la puerta del parlamento de su Estado pidiendo a su gobierno que tome las medidas necesarias para salvar el clima, para salvar el planeta. Poco a poco a esta joven se le empezaron a sumar otras estudiantes y jóvenes de Suecia, y como fichas de dominó el movimiento juvenil por el clima iba creciendo en el resto de Europa, América Latina, África, Asia. Jóvenes de todo el mundo pedían a políticos y grandes empresas, estas últimas como principales culpables de las crisis climática, que tomasen las medidas que fueran necesarias para salvar el clima porque no teníamos Planeta B.

En el Estado Español ese movimiento juvenil creció también de manera impresionante ilusionandonos a todas, marcada por dos hechos en 2019 que llenaron las calles de lucha, fuerza, color y exigencias porque nuestra casa estaba en llamas: la huelga mundial por el clima en septiembre y la contracumbre a la COP25 en Madrid en el mes de diciembre.

Cuando el movimiento parecía imparable, cuando las calles eran de aquellas jóvenes, un efecto negativo de esa crisis climática que no dejaban de denunciar aparecía en escena. La COVID19, una enfermedad zoonótica afectaba a la población humana y con la velocidad de un mundo globalizado se extendía por todo el planeta para convertirse en una pandemia. De repente aquellas calles y plazas llenas de jóvenes estaban vacías y un movimiento que parecía imparable desaparecía, y después, pese a finalizar el confinamiento, no conseguía recuperarse.

Pero ¿qué causas llevaron a esas jóvenes a no recuperar el pulso de aquellas luchas?. Podemos dar algunas pinceladas de algunas de ellas. Una fue el propio confinamiento, una restricción que complica, por no decir que hace imposible, la socialización necesaria para construir cualquier tipo de lucha o movimiento. Otra razón fue el reflujo propio de todas las luchas sociales. Esa retirada o freno de las protestas no solo afectó al movimiento estudiantil, juvenil o ecologista, sino a todas las luchas sociales. La derechización de la sociedad es otro motivo del reflujo de este movimiento. La juventud no ha sido ajena a esa derechización, sobre todo en los varones jóvenes, porque también debemos señalar que existe una importante resistencia feminista por parte de chicas jóvenes ante la deriva reaccionaria que estamos sufriendo.

Pero quedémonos y analizemos una causa más de ese reflujo. Esas jóvenes con conciencia climática no han desaparecido, siguen aquí al igual que la crisis climática. Y la pregunta es por qué no han vuelto a salir a pedir que se tomen medidas para salvar el clima. Tienen claro que las diferentes crisis a las que nos enfrentamos siguen presentes, pero ya no confían en aquellos a los que pidieron tomar medidas para salvar el clima, porque pese a sus bonitas palabras sus hechos han demostrado que no han puesto en marcha ninguna medida con cierta notoriedad. Además esa inacción ante la crisis ecosocial se ha hecho más relevante para esa juventud cuando durante la pandemia y ante la guerra de Ucrania esos políticos que no habían realizado nada para salvar el clima, sí que tomaron medidas, peores o mejores, frente a la crisis sanitaria y el conflicto en el este de Europa.

Ahora la juventud no va a pedir que los gobernantes hagan algo, no quieren tutelas, quieren actuar, porque han aprendido que el capital y quien está a su servicio no quiere hacer nada para salvar la vida del planeta. Este inicio de cambio se refleja en que aquella chica sueca llamada Greta ya no está con un cartel frente al parlamento, sino poniendo su cuerpo frente a la policía para evitar que el gobierno alemán, formado por socialdemócratas, liberales y verdes al servicio del capitalismo extractivista, siguiese adelante destruyendo el pueblo de Lutzerath para ampliar una mina de carbón a cielo abierto.

Y en este inicio de cambio es donde la educación tiene un papel importante. Ese sistema educativo debe ayudar a las estudiantes a crear herramientas de contrapoder, a que aprendan a ser autónomos en sus luchas, a explicarles que esto es una lucha contra quien quiere acabar con lo que es de todas para obtener más beneficio económico y no una lucha generacional, que en las adultas tienen aliadas y no todas son aquellas que les han traicionado.

En este punto es donde entra la educación pública, la de todas, aunque con algunos “peros”. Actualmente la educación pública es una réplica del sistema neoliberal dominante, con pequeños reductos de resistencia entre el profesorado, por lo que no va a favorecer la creación de herramientas de contrapoder, más bien todo lo contrario, seguirá fomentando la competencia y el individualismo. Por ello no solo debemos defender la educación pública, sino que tenemos que luchar por tranfromarla. Hay que construir una educación pública más democrática, en todos sus niveles, más participativa, donde se escuche sin escusas a las estudiantes, que sea feminista y ecologista y donde no exista ningún aula-empresa.

Javier Coco

Comentarios