Las fiestas y comidas colectivas, tan frecuentes en verano en nuestros pueblos, pueden ser un buen momento para acabar con imágenes como esta y practicar responsabilidad ciudadana. Foto: dominio público.
Resulta muy habitual en los medios, cuando tratan sobre consumo y gestión de residuos, dejar caer todo el peso de la culpa sobre una ciudadanía descuidada que consume en exceso, derrocha energía, no recicla y desperdicia mercancías y alimentos sin control. Es una falaz manera de lavarle las manos a las grandes empresas y a un sistema que incitan como horizonte de felicidad y deseo a un hiperconsumo derrochador, y a las Administraciones que les dejan hacer. Hay que subrayar siempre que son las instituciones públicas democráticas las que con sus leyes y normativas pueden encauzar la responsabilidad y obligaciones de unos y otras.
La nueva Ley de Residuos, con sus luces y sombras, es un buen punto de partida para el cambio, empezando, como tiene que ser, por el de los productores que causan y fomentan la destrucción del medio ambiente.
La urgencia aprieta porque el balance de la gestión de residuos municipales en nuestro país es desastroso y no alcanza los objetivos establecidos: no llegamos al 50 % de recuperación en 2020, y si no aplicamos con rigor la nueva Ley, tampoco conseguiremos la reutilización y el reciclado del 55 % en 2025 ni del 60 % en 2030. Y entonces seguirán viniendo las sanciones de la UE.
¿Y la ciudadanía?.
La ciudadanía es la que vota a los que hacen las leyes y a los que tienen que aplicarlas. La concienciación y el cambio personal y familiar es el necesario punto de partida para asumir actitudes de vigilancia y exigencia de prontitud en los compromisos que suponen la nueva ley. El próximo año hay elecciones municipales.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios y valoraciones enriquecerán la conversación sobre este tema.