En cierta ocasión conocí a un tipo que hacía esculturas con envases de plástico y tetra-briks. Era su forma de reciclarlos: creando objetos nuevos que pudieran servir para algo, aunque este algo fuera tan inútil como el arte mismo. Las esculturas tenían una cierta belleza, no lo dudo, pero realmente lo más interesante es cómo había conseguido acaparar tanto envase hasta conseguir aquella gran colección de estructuras artificiales. Este artista soñaba con el día en el que su labor fuera reconocida. Ese día, se decía, un importante museo se hará cargo de las esculturas y las guardará para la eternidad en sus galerías y almacenes. Pero lo cierto es que el buen hombre falleció prematuramente y todas esas obras de arte que se apilaban en su jardín fueron llevadas a un vertedero para su posterior incineración, pues los herederos en quienes recayó la propiedad no veían en ellas valor alguno.
Este hombre vivía en un pueblo pequeño por lo que no es raro que en los años en los que duró su actividad creativa se convirtiera en una atracción turística: la gente acudía desde las ciudades para dejar a la puerta de la vivienda su envase vacío, o tirarlo por encima de la valla del jardín, para sentirse así una mejor persona y reducir su huella de carbono. Ya por entonces corría una desconfianza generalizada sobre los contenedores amarillos, y solo los más incautos depositaban en ellos envases creyendo que algún día de verdad iban a ser reciclados.
Tal llegó a ser la avalancha de turistas que el artista pronto se vio superado por los envases, y hay quien dice que la causa de su muerte fue un golpe de plástico después de intentar acoplar un recipiente dentro de otro.
Tras su muerte, el artista fue olvidado. Ni siquiera en su tumba hay una mención a su labor. Pero de vez en cuando alguien llega por el pueblo con un envase en la mano, y al recibir la triste noticia se acerca al cementerio para depositarlo encima de la lápida de su tumba. En el pueblo temen que este fenómeno se convierta en la nueva atracción turística y por eso a la entrada han colocado un cartel: “A reciclar a tu p... casa”. Y es que hacer cosas con todo tipo de envases es fácil. El problema es no morir ahogado entre tanta obra de arte. El problema es que te mueras y que todo tu trabajo vaya a parar a una incineradora, o a un vertedero inmundo en un país lejano. El problema es que no existan museos que acojan los envases. El problema es que quienes fabrican los envases no quieran comprar estas magníficas obras de arte.
Julio Fernández
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios y valoraciones enriquecerán la conversación sobre este tema.