El HIDRÓGENO: MUCHAS DUDAS Y NINGUNA CERTEZA

El hidrógeno verde y "verde problemático" representa actualmente menos del 5% del producido. 

Seamos claros desde el principio: el hidrógeno es el último cartucho de fantasía que la Unión Europea y el oligopolio energético de nuestro país se han sacado de la manga para seguir haciendo negocio hasta el final y más allá.

Una precisión: el H2 no es una fuente de energía renovable, como desde la ignorancia interesada se puede querer “vender”, sino un vector energético, un medio de almacenar energía. Se trata de una tecnología compleja y poco desarrollada que genera eso: muchas dudas y ninguna certeza.

Segunda precisión: el hidrógeno que ahora se obtiene procede en un 90% del gas natural y otros hidrocarburos mediante procesos químicos en los que se produce CO2.

El Hidrógeno que ahora nos quieren vender, el Hidrógeno Verde, se obtiene directamente del agua a través de un proceso de electrólisis, en el que por medio de electricidad de origen renovable se separa del oxígeno con un enorme gasto de energía y agua.

Eso sí: una vez obtenido, y a diferencia de los hidrocarburos, la combustión del hidrógeno no genera más que agua en forma de vapor, por lo que es un buen candidato para ayudar a mitigar el calentamiento global en algunas situaciones especiales. Suena muy bien, pero el problema está más atrás, en la fuente de energía utilizada para ello, y en la energía perdida en el proceso.

Como vector energético presenta muchos problemas y limitaciones técnicas. La primera de todas son las enormes pérdidas de energía en todo el proceso de su producción, que pueden llegar hasta el 70%. Actualmente se almacena a presiones en torno a los 700 bares, lo que complica mucho las posibilidades de transporte. Por otra parte, al ser un elemento tan liviano tiene una gran difusividad y permeabilidad, lo que hace que sea capaz de difundirse incluso a través de sólidos, provocando pérdidas superiores al 1% diario y la fragilización de los metales empleados para confinarlo, el acero por ejemplo, por lo que no es posible utilizar las instalaciones de otros gases para su transporte… a no ser que, ¡ATENCIÓN!, se mezcle en bajas proporciones (con un máximo del 6%-10%) con el gas fósil y utilice su red de gasoductos. Voilà: ahí es donde está el truco para entender el boom actual.

El uso razonable del Hidrógeno sería como reserva de energía frente a las fluctuaciones productivas de las energías eólicas o solar, y para aquellas actividades en las que la electrificación no es viable o posible: la gran industria (hornos de fundición, etc), la aviación o el transporte pesado marítimo y terrestre.

Pero no, la aplicación que ha encontrado el gran entramado empresarial del petróleo y las eléctricas como salida para que todo siga igual, es generalizar su uso cambiando simplemente la gasolina por el hidrógeno, o mejor aún el hidrógeno y el “gas natural”. Es la solución más ruinosa energética y medioambientalmente, pero ¿qué más da?

Por eso hacen todo lo posible por mantener la orientación de las renovables exclusivamente hacia la electricidad, y esta, directamente o a través del hidrógeno como vector, para apuntalar los grandes centros de producción y consumo frente a una periferia territorial que será sometida a un nuevo expolio colonial. La lógica de la sensatez y coherencia que supone el aprovechamiento local y eficiente de la energía renovable no entra en las agendas de los grandes centros de decisión, sea la Unión Europea, sea el Gobierno de nuestro país, sea la Junta de CyL. A Zamora, eso sí, le han reservado un destino: ser una zona de sacrificio.


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