Crónica de una gestión fallida



Más de 5.000 ciudadanos de toda la provincia expresaron su indignación y pidieron dimisiones
ante la delegación de la Junta de Castilla y León en Zamora. Foto: EEAZ
La deriva de un incendio se decide en los primeros momentos, la clave según los expertos está en atajarlo con rapidez y cortar su expansión. Los vecinos de la Sierra de la Culebra lo saben, tienen experiencia en años, siglos de fuego en sus montes, por eso no querían irse cuando los desalojaron de los pueblos… Y porque sabían que el operativo encargado de apagarlo tardaría en aparecer por la sierra. Una vez más, estaban solos ante las llamas.

Cuando el día 15 de junio se declaró el incendio, se pronosticaban en Zamora temperaturas hasta 40 grados y tormentas secas, en una ola de calor sin precedentes en estas fechas. Sin embargo, para la Junta de Castilla y León y su Plan de Extinción de Incendios -sin revisar desde los años 90- la temporada oficial de riesgo sigue sin comenzar hasta el 1 de julio. Los propios trabajadores forestales confirmaron que solo el 25% de los equipos de extinción estaban ese día operativos: faltaban cuadrillas, medios terrestres y aéreos… faltaba limpieza suficiente en los pinares y faltó coordinación y respuesta rápida, a pesar de la ayuda recibida desde otras comunidades e incluso de Portugal. El fuego aprovechó esas primeras horas para expandirse a sus anchas.

El cambio climático y la ausencia de planificación y medios son una mezcla diabólica. Los responsables de la Junta de CyL sabían que podía ocurrir, los técnicos también, pero siguen ahorrando presupuestos en algo fundamental como iniciar antes la campaña - junio es ya pleno verano - y dotar de medios la prevención durante el resto del año con puestos de trabajo.

¿Es eso un despilfarro, como declaraba el Consejero de Medio Ambiente? No, es una obligación de la Administración regional y no hacerlo es incurrir en una responsabilidad penal a la vista de lo ocurrido: veinticuatro pueblos desalojados, más de 30.000 ha calcinadas, una pérdida inestimable de biodiversidad con numerosas especies abrasadas, bosques perdidos, cuantiosas pérdidas económicas, sectores como la ganadería, apicultura, micología, más la caza y la madera hundidos. El turismo rural en pie de guerra.

La catástrofe medioambiental

La Sierra de la Culebra era, todavía es, un espacio singular entre dos regiones bioclimáticas (atlántica y mediterránea), un corredor montañoso de fauna entre la Cordillera Cantábrica y la meseta norte. El valor medioambiental de las zonas calcinadas es muy alto. Muchos robledales y castañares, los bosques de ribera y otras especies, además de las grandes superficies de brezales y turberas, que son hábitats de interés comunitario, han sucumbido. Y de la fauna, de los diez territorios de lobo ibérico que existen en La Culebra, seis se han visto afectados y otros dos más hacia el norte, alcanzando sus zonas de reproducción por lo que se han podido perder camadas. Otras especies dañadas son las aves, así como los ungulados (ciervos, corzos, jabalíes… Se ha producido la pérdida de su hábitat, del alimento y del refugio.

La catástrofe de la Sierra de la Culebra es enorme y tendrán que pasar muchas décadas para que se recupere. La declaración de zona catastrófica y los dos millones de euros comprometidos por el Gobierno pueden paliar la situación, pero no será suficiente.

El futuro es incierto para la población y para el territorio y la biodiversidad de la propia Sierra de la Culebra.

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