Glifosato a discreción en Monumenta. Rápido y barato. Foto Cristina Zelich
El árbol había crecido desde siempre a orillas de un regato, justo allí donde se empapaban durante días los cuelmos de centeno que luego servirían para atar los manojos en las fincas, antes de su acarreo. Recuerdo que el árbol lo podaban cada año con el fin de extraer los palos para las habas, pues las ramas del humero salían del tronco rectas y fuertes.
Hace tres o cuatro años el Ayuntamiento tomó la iniciativa de “humanizar” el regato, cementando una parte del lecho y cortando por lo sano el árbol. Esta acción fue denunciada en la Delegación Territorial de Medioambiente de Zamora, con la desconcertante respuesta de que “todos los días se cortaban árboles en los pueblos”, dando a entender que nadie iba a hacer nada al respecto y menos si el árbol estaba en casco urbano.
El árbol, a pesar de todo, consiguió brotar desde uno de los laterales del tocón. Sin embargo, poco después, un nuevo corte de motosierra de arriba hacia abajo, justo en ese lateral, acabó con la esperanza de rebrote. Aún así, al año siguiente nuevas ramas aparecieron desde las propias raíces, y al verlas pensé: no pueden con él. El aliso, que tiene por humero el nombre vernáculo más corriente, es un árbol que crece en zonas inundadas. Su función es muy importante para evitar la erosión fluvial y para mantener vivos los cauces.
Tendrían ya casi un metro los humeros nacidos de aquella tala cuando aparecieron secos de la noche a la mañana. Estaba claro que alguien había echado abundantes cantidades de glifosato sobre el árbol, ya fuera vertiendo la garrafa sobre el tocón o inyectando el veneno en la corteza. Después de esta última y valiente humanización, el árbol se secó definitivamente.
No sé qué mal hacía el humero, no hay cultivos alrededor a los que pudiera perjudicar, su porte centenario no impedía el paso a nadie, y su presencia en mitad del pueblo se adivinaba emblemática: en la procesión del Corpus, en esas fotos viejas de los años 60, ahí estaba él como testigo y protagonista de la fiesta de la primavera que es la del despertar de la naturaleza todos los años. No sé qué mal hacía, repito, si bien es cierto que los humeros no tienen buena fama en los pueblos: al cortarlos su madera se tiñe de rojo como si de ellos se hubiera apoderado el diablo. Desconozco si es esta superstición el motivo de la persecución hacia estos árboles.
Con las parcelarias hechas a tiralíneas desde Valladolid se da la circunstancia de que a muchos propietarios les han adjudicado los regatos que pasan por sus nuevos terrenos, y aunque Confederación Hidrográfica del Duero no da permiso, como es lógico, para la corta de los humeros, lo cierto es que no son pocos los que están cayendo bajo esta práctica de envenenamiento, algunos de gran porte.
Por desgracia, conseguir glifosato es sencillo. Hasta hace poco, bastaba con pedirlo a los Ayuntamientos, pues solían tener material de sobra, gracias a las prácticas sulfatadoras que sobre las cunetas llevan a cabo cada primavera. Desde hace algún tiempo, y a pesar de los peligros que conlleva su mal uso, es posible realizar la compra a través de cualquier plataforma online. Para más desvergüenza, el envío suele ser gratis.
Julio Fernández. EEA Zamora
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