Plano de la famosa secuencia de la matanza en la escalera de Odessa en “El acorazado Potemkin” (1925) de Serguéi Eisenstein.
De nuevo ante nosotras las secuencias del horror, como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si esta guerra fuera todas las guerras, aunque cambien escenas, uniformes o consignas.
Hasta ahora, las guerras nos parecían ajenas porque los escenarios elegidos estaban aún lejos, pero los señores de la guerra, quienes las promueven, se lucran y hacen saltar por los aires la vida, literalmente, son los mismos de siempre. También las víctimas son las de siempre.
Enfundados en sus trajes de guerra, reparten órdenes y armas en su jerga patriarcal, como lo es el poder de donde emana. Todo se abandona a esa “lógica” de la destrucción en tanto dura la contienda y los hombres defienden sus intereses y patrias, matan al enemigo y acaban con la vida alrededor.
Mientras, las mujeres, a quienes esa misma lógica asigna el papel de cuidadoras, deben buscarse la vida ¡nunca mejor dicho! luchar por su supervivencia y la de sus hijos, padres... Mujeres solas, con el cansancio y el miedo subido a los ojos, rodando por caminos y estaciones, cargadas de maletas, con los niños firmemente sujetos de la mano.
Todas las guerras incluyen la violencia a las mujeres, da igual si se quedan en sus casas o si intentan escapar al terror. “Vete a Zamora, - decía Ramón J. Sénder a su compañera Amparo Barayón, cuando la guerra les sorprendió en las afueras de Madrid y él se incorporó al Frente- allí nunca pasa nada”. Pero ni sus dos hijos ni ella lograrían regresar a su vida anterior: fue encarcelada y ejecutada después ante un paredón de la tranquila Zamora, y sus hijos enviados a los Estados Unidos.
La violencia contra las mujeres adopta perversiones diversas antes, durante y después de los conflictos. No importa el lugar donde sucedan, todas tienen en común la desigualdad, la vulnerabilidad de sus cuerpos, la pobreza…
Hoy los medios de comunicación nos ofrecen admirables relatos de la guerra en Ucrania. En medio de un renacer militarista la población civil, a la que irresponsablemente todos quieren armar retrasando solo la tragedia anunciada, se ve obligada a representar/sufrir papeles que nunca hubiera deseado, incluso el de mujeres soldadas, enarbolando armas y contradicciones difíciles de conciliar.
Pero por más que la propaganda belicista lo requiera, nunca las mujeres se entregarán al arrebato de la destrucción y las guerras. Tienen, tenemos, mucho que proteger y construir.
Concha San Francisco
EEA Zamora
Me encantó este post. Siempre me dio por pensar que un mundo gobernado por mujeres sería mejor. Seguro que mucho menos belicista. No estamos "programadas" para ello, sino para todo lo contrario.
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