Excursionistas buscando lobos y ciervos en una amanecida en la sierra de la Culebra.
Si hay una especialización del turismo que se adapta bien a nuestro territorio es el turismo de naturaleza. En el mundo representa el 15 % y en España supone ya cerca del 30% de todo el turismo. En esta actividad los espacios y paisajes naturales se convierten en receptores de numerosos usuarios, son por tanto vulnerables.
Zamora atesora un buen número de espacios naturales protegidos donde el turismo rural se ha convertido en una fuente de disfrute e ingresos que complementa a las economías locales. Este tipo de turismo se apoya y utiliza los paisajes, la naturaleza, las montañas, lagos y ríos, los bosques, los animales, la vegetación y también los productos locales procedentes de la agricultura y la ganadería, la silvicultura…etc.
En general esta actividad se percibe como positiva y no agresiva, permite redistribuir las rentas en territorios que en estos momentos se encuentran altamente despoblados, pero que guardan una alta biodiversidad, protegidos dentro de la Red Natura 2000, o directamente declarados Parques Naturales, Regionales, o Reservas de la Biosfera, como La Meseta Ibérica en nuestra provincia.
El número de visitantes a los espacios protegidos en España va en aumento. Castilla y León recibió en 2019 más de un millón y medio de visitantes en los 33 espacios naturales protegidos que existen en la comunidad. En Zamora, con varios espacios en su haber, fueron 147.132, lo que la sitúa prácticamente en la cola de la comunidad, solo por delante de Palencia y Valladolid.
Pero eso no significa que nuestro territorio esté libre de riesgos e impactos que pueden entrar en conflicto en esos lugares, y ello depende del nivel de intensidad y masificación que pueda alcanzar o de la proliferación de construcciones que lo dañen.
De ahí la necesidad de orientar esta actividad turística hacia una mayor protección del medio ambiente y del enorme patrimonio cultural e inmaterial que poseen provincias del interior como la de Zamora, ahora en un momento decisivo por el declive generacional y poblacional.
Los enemigos del turismo en la provincia
Se hace imprescindible dotar a estos espacios rurales de una verdadera planificación e instrumentos de gestión que, alejados de intereses privados, se basen en criterios científicos que regulen las actividades recreativas en espacios tan frágiles. Pero sobre todo controlen a los enemigos del turismo: los grandes parques fotovoltaicos y eólicos que no se pueden implantar en cualquier lugar, o las enormes macrogranjas de porcino que contaminan el agua, por no hablar de la mina a cielo abierto proyectada en el corazón de la Reserva de la Biosfera.
Ello exige a la administración dotarse de medios económicos y personal cualificado, y tener claro qué modelo turístico busca para las zonas rurales, ahora sumidas en contradicciones, que sólo podrán sobrevivir si se restaura el valor y la dignidad del sector primario, el único que da sentido a su vez al turismo rural y que permitirá mantenerse a la población en sus territorios con calidad de vida.
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