Vecinos de El Piñero reviven en 2.013 las faenas agrícolas del pasado. La Opinión de Zamora.
Me quedaba embelesado mirando cómo los manojos de trigo pasaban de mano en mano hasta llegar a las fauces de la vieja trilladora, una máquina enorme compuesta por un sinfín de correas que giraban a la vez para, dentro de sus tripas, triturar la paja y expulsar el grano.
Este era uno de los mejores momentos del verano, porque todo el pueblo colaboraba en las trillas y majas del resto, como si todo fuera de todos, como si todos tuvieran lo mismo. Se bebía vino de barrila, también a los niños se nos permitía dar un pequeño trago de vez en cuando, y se cantaba mucho: el sol de la tarde se ponía cantando.
Había familias que tenían más y otras que tenían menos, pero las que tenían más era porque también eran más, tanto para segar y acarrear como para ayudar al resto. A veces pienso que todo aquello no fue más que un sueño. Otras veces que todo lo que llegó después no tiene sentido. Hoy, se puede afirmar que la tradición comunera ha quedado aniquilada por la martilleante publicidad del gran supermercado en el que se ha convertido el paisaje: el gran paisaje de la globalización.
Y salimos a coger setas, en esos terrenos que son del común de los vecinos, bosques milenarios que lograron hacer frente al egoísmo, pero cada cual va a lo suyo, con la cabeza gacha mirando al suelo.
Será que tengo murrio de aquel sentimiento conjunto.
Julio Fernández
EEA Zamora
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