No hay error con la palabra “innecesarias”. La escuela ha cumplido secularmente la función de reproducir el sistema imperante y su cultura, facilitando trabajadores/empleados formados, dóciles y funcionales en sociedades cada vez más completas y más exigentes en la cualificación y las destrezas de sus miembros.
La escuela está para lo que está. Para qué vamos a necesitar una educación en medios de comunicación, si el código audiovisual se aprende por simple contacto con el medio. Nadie ha tenido que ir a la escuela para aprender a ver cine, televisión o manejar Facebook, Whatsapp o Instagram. Parece absurdo a efectos funcionales: se necesitan, más que ciudadanos, “consumidores” que no se compliquen la vida y asuman acríticamente lo que telediarios, series y publicidad se encargan de “masajear” en sus mentes.
En cuanto a la otra alfabetización, la ecosocial, pues se puede decir lo mismo: cómo vamos a provocar que nuestros estudiantes se cuestionen los mitos que sustentan el instalache de nuestra sociedad. Mitos como el del crecimiento exponencial indefinido en un planeta finito, la fe absoluta en la tecnociencia para enfrentarnos a todos los problemas que nos vienen, incluidos el desastre climático, la crisis energética, la extinción millonaria de especies o el próximo fin de elementos esenciales para seguir creciendo.
Para unos cuantos ingenuos e ingenuas la escuela cumple también otra función, secundaria y prescindible para el sistema: la de educar ciudadanos comprometidos con su tiempo, y con las antenas críticas desplegadas en todas las direcciones. Pero esta función provoca desajustes y dificulta la reproducción de “lo que importa”, ese “sentido común dominante” que hace que todo funcione como debe funcionar.
Solo nos faltaba ya cuestionar la naturaleza humana y decir con la psicología evolucionista que los humanos no somos seres racionales, sino seres emocionales con capacidades racionales, y llenas además de sesgos que las desvirtúan, y que tales capacidades se pueden fomentar o no, o de aquella manera.
Para los que creemos en esa función liberadora y creadora de ciudadanía de la escuela, la tarea más urgente deberá ser dotar a esos ciudadanos en formación de herramientas racionales y críticas, tanto para desmontar la retórica manipuladora de los medios omnipresentes que nos construyen la realidad, como para conocer a fondo la crisis sistémica que estamos viviendo y prepararlos para vivir en el futuro y actuar como agentes del cambio.
Ángel Encinas Carazo
Ángel Encinas Carazo
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