Hubo un tiempo de vivir y soñar viajando

La reivindicación del tren convencional continúa viva. Fotografía: LOZ

Hubo un tiempo de vivir y soñar viajando. Cada viaje era una aventura, podías disfrutar de los paisajes, el aroma del lugar, de la velocidad, de las estrellas -cuando lo hacías de noche- porque podías abrir la ventanilla, bien fuera en el pasillo o desde tu propio asiento. También había trenes con departamentos, donde conocías gente y cada persona era una historia irrepetible. Viajar era un sueño al alcance de cualquier persona, pero estos trenes fueron sustituidos por otros más caros y modernos, y los otros, que podían haber seguido funcionando y conviviendo con lo moderno, porque los trenes casi son eternos, fueron retirados de la circulación y los que quedaron, convertidos en trenes de lujo como El Tren de la Fresa, el Transcantábrico, etc. Era un lujo viajar en aquellos coches y hasta podías dormir en litera cuando viajabas por la noche y despertarte en tu destino.

Hubo un tiempo en que había muchísimas vías que cruzaban todo el país y donde las estaciones estaban en el centro de las ciudades. Era genial, pero llegaron unos señores vestidos de pana y después otros con corbata, al mando de los Orcos de la Construcción y nos empezaron a romper el Sueño de Viajar. Nos convencieron de que lo bonito era viajar como en un avión, encerrados cada uno en su asiento, y nos trajeron el deseo de llegar cuanto antes, porque ya no era un sueño viajar, sino estar cuanto antes en nuestro destino.

Para ello fue necesario gastarse muchísimo dinero, tanto que no te lo puedes ni imaginar, con enormes infraestructuras, haciendo enormes heridas en todo el país, y con la calamidad de que no podían circular las mercancías por esas vías carísimas pagadas por todos y el agravante de que se pudieron haber aprovechado muchísimos tramos de las antiguas líneas, pero ocurrió que las nuevas se las “quedaron” los Orcos Constructores. Fueron carísimas de construir y, sobre todo, de mantener, a razón de cien mil euros por km y año. Un negocio redondo ya que eran nuevas, y al no haber mercancías apenas se dañaban, además porque las vías del tren son eternas.

Lo tenían todo muy bien pensado y a nosotros nos robaron el Sueño de Viajar.

Ramón Rodríguez

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