El pasado domingo compartimos viaje con un grupo de EEAZ. Fuimos afortunados testigos del amor al campo, a los animales y al trabajo por parte del biólogo Javier Talegón y los pastores de extensivo que conviven con el lobo, a los que visitamos en sus explotaciones.
- !Bendito esclavo el que de cada minuto de su vida es amo!
Zamora es tierra privilegiada por su clima, su localización y su historia. Las comarcas de Aliste y Sanabria, aunque castigadas por los incendios, no tienen una contaminación exagerada, conservando espacios naturales, identidad y cultura propia. Cultura y paisajes que nuestros padres abandonaron hace décadas, y que ahora nosotros tenemos que poner en valor frente a los ataques medioambientales que sufren en forma de minas a cielo abierto, macroinstalaciones de renovables o ganadería industrial.
Valoramos el esfuerzo de estos ganaderos tradicionales, qué aguante, cuántos frentes encontrados y autoimpuestos frente a los fáciles caminos para ganar más dinero comprando medicamentos preventivos, utilizando pienso industrial manipulado o incorporando productos químicos para incrementar rendimientos.
¿De dónde sacan estos ganaderos la fuerza para semejante dedicación? Solo se entiende si está apoyada en los valores de la persona, el amor por ellos mismos y por el medio en el que desarrollan su actividad. En esto debemos pensar cuando consumimos sus extraordinarios productos, que, como toda la proteína animal, solo deben ser un lujo ocasional si queremos que sea sostenible.
Y es que, llegado a los cincuenta años, por obvio que parezca, cuanto más respeto, más respetado me siento; cuantas más propiedades tengo, más apropiado me siento; cuanto más consumo, más consumido me encuentro. Y cuanto más cariño genero a mi alrededor, más profundo y feliz duermo.
Por eso me resulta difícil la tarea de autojustificar cualquier cosa simplemente por dinero y aún más si eso supone falta de respeto al medio, a los animales y a uno mismo, y convivir con ello cada día, hipotecando con nuestras acciones el territorio y los valores para nuestros hijos.
Ya en zamora, y antes de acostarnos, le contamos el viaje a nuestras hijas:
- Papá, ese pastor, de perros, vacas y lobos, me parece que trabaja como un esclavo...- !Bendito esclavo el que de cada minuto de su vida es amo!
A todo esto lo llamo viajar, porque las personas que estuvimos no olvidaremos lo que vimos, dónde pisamos y de qué hablamos. Un auténtico viaje al respeto de la naturaleza.
Carlos Marcos Maíllo
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