Apicultura. ¿Por qué comprometernos con esta causa?


Participantes en el curso de apicultura posan en una pradera pastada por un rebaño de ovejas. A. S.-LOZ

Vivimos en un mundo de plantas y entendemos que son el sustento de vida del resto de los seres vivos, pero a veces olvidamos que las plantas no solo dependen del sol para vivir, en el ciclo vital de muchas de ellas intervienen los polinizadores que abarcan un grupo diverso de animales en el que predominan insectos, especialmente las abejas. Mariposas, abejas, abejorros son los generadores de biodiversidad por excelencia, ya que se encuentran íntimamente relacionados con la vida tal y como la conocemos y entendemos actualmente. Los beneficios para las personas van más allá del aprovisionamiento de alimentos, contribuyendo directamente a la elaboración de medicamentos, biocombustibles, fibras y hasta materiales de construcción.

Tal vez debido a que los insectos pasan más inadvertidos, o porque hasta ahora el sistema ha funcionado bien sin mayor intervención, se desconocen los servicios ambientales proporcionados por los polinizadores. Siendo estos servicios de polinización esenciales para la producción de alimentos (en lo que se refiere a la cantidad, como a la calidad). Asimismo, la polinización cruzada que realizan las abejas recorriendo grandes distancias repercute en la calidad de los cultivos, tanto en su fruto como en la diversidad genética de sus semillas.

En este sentido no nos podemos olvidar del papel que desempeña la práctica de la apicultura. Desde los años 80, con la aparición del ácaro varroa destructor desaparecieron los enjambres silvestres, algo habitual hasta entonces. A día de hoy, las abejas de la miel, grandes polinizadores, dependen de sus dueños, por lo que la práctica de la apicultura se ha convertido en algo clave para su subsistencia. Es importante destacar el papel de la apicultura estante y especialmente el de los pequeños apicultores que realizan una labor inestimable, pero poco reconocida por la sociedad y por las administraciones.

La conservación no es un capricho, está más que demostrado que la inacción resulta mucho más cara. Estamos destruyendo su hábitat, envenenando su comida (que también es la nuestra), no hacemos nada por combatir especies invasoras que están causando mucho daño.

Debemos tener presente que la naturaleza no nos necesita, pero que nosotros sí la necesitamos a ella. Y que las abejas son, sin ningún lugar a dudas, la especie viva más valiosa que habita sobre el planeta.


Javier Franco (apicultor)



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