Foto: Pixabay
La figura del paisano jubilado con su mochila de herbicida a la espalda, esparciendo glifosato en cunetas, linderas de huertos o aceras (sin mascarilla de protección, por supuesto) es una imagen recurrente en nuestros pueblos. No sé si le habrán explicado que el producto que maneja es muy nocivo, no solo para la Naturaleza sino también para su salud. Si algún osado (al que calificará de “urbanita”) intenta explicarle lo negativo que es para su salud, saldrá trasquilado con la manida respuesta:
—A ti te quería ver yo quitando los cardos con el azadón.
Sus nietos, armados con tractores tamaño trasatlántico, esparcen litros y litros de glifosato con sus pulverizadores. Si algún incauto (quizás “urbanita”…) se atreve a aconsejarles que hay un tipo de agricultura ecológica que no necesita esos productos nocivos, la respuesta (siempre quejumbrosa) del agricultor será:
—Es que las producciones en ecológico no compensan…, a ti te quería yo ver en esto, con lo mal que está la cosa…, déjame que yo sé lo que tengo que hacer en mis tierras…
Como apenas queda ya aquella ganadería extensiva que limpiaba de hierbas las cunetas y las eras, los agricultores ahora las pulverizan con glifosato, a escasos metros de casas habitadas. Crean así un paisaje quemado, arrasado, en meses primaverales donde el verde debería reinar. Y, para colmo, ahora también pulverizan en otoño para que no crezca hierba en las parcelas tras las primeras lluvias. Si de nuevo el incauto “urbanita ecologeta” se atreve a comentarle este abuso de químicos, saldrá otra vez trasquilado oyendo esta respuesta:
—Echando herbicida no tengo que arar la tierra y me ahorro tiempo y, sobre todo, gasoil. ¿Pues no queréis los ecologistas que no se contamine tanto?
El incauto, sea urbanita, ecologista o ninguna de las dos cosas, seguirá tragando productos químicos nocivos si pasea por el campo o bebe el agua de su pueblo. Y cuando vaya al bar a tomar el café se encontrará al agricultor allí (gracias al tiempo libre ganado con el glifosato) quejándose, como siempre, de lo caro que está el nitrato, el glifosato, las semillas certificadas, el gasoil…; de que su padre tiene cáncer y de que parece que este año, de nuevo, va a haber sequía.
El ecologeta pueblerino
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