Tantas como templos románicos, había en Zamora árboles sagrados, situados a los pies del campanario, en el cementerio o en las proximidades del pórtico. Moreras, nogales, olmos, robles, encinas, olivos o tejos, entre otros, forman parte de ese glosario de seres vivos adorados por los humanos desde antes de ser civilizados, y que en muchos casos aún resisten pese al espíritu ornamental con el que se tiende a desfigurar monumentos. Hablamos, por ejemplo, de la Morera de Cozcurrita, apuntalada por grandes lajas de piedra para que no se derrumbe, o el Roble del cementerio de Codesal, al que tantas veces nombró Argimiro Crespo en sus cuentos y canciones y del que no está permitido cortar ni una pequeña rama, para que siga viva la magia de haber nacido de un palo seco hincado en el suelo.
En Zamora capital, podríamos citar como sagrado el mismo bosque de Valorio, Valorio 42 veces y todas las que sean precisas, que diría Agustín García Calvo. Y por toda la provincia abundan zonas boscosas, más protegidas por la tradición que por las normativas vigentes, como es el caso de los coutos, bosques en los que solo se permitía cortar una viga al año con el fin de sufragar acontecimientos de carácter religioso.
A pesar de los pesares, la provincia de Zamora cuenta con una rica variedad de árboles y una superficie arbolada nada desdeñable, pero sin llegar al 18% de la superficie total, según informes de la JCyL. Claros y sombras de una provincia que en su historia reciente se olvidó de que los árboles estaban ahí mucho antes que llegaran los humanos y que con ordenaciones territoriales con los ojos puestos sólo en la productividad, provocó que se arrancaran tantas y tantas encinas y quejigos en los “espacios perdidos” que pasaron a ser aprovechables.
Dentro de ese porcentaje de superficie arbolada, se encuentran los bosques de robles que pueblan la parte más occidental de la provincia de Zamora, coincidiendo con aquellas zonas de más alta pluviosidad. Aunque estos bosques sufrieron un importante retroceso debido a la presión humana, el abandono de extensas áreas agrícolas ha favorecido su actual expansión, sin llegar a colonizar tampoco todos los territorios que otrora ocupó.
La especie más abundante es el rebollo, o roble melojo (quercus pyrenaica), presente, sobre todo, en las comarcas de Aliste, Carballeda y Sanabria, aunque también se pueden encontrar ejemplares aislados de roble carballo (quercus robur). Su nombre se debe a Carl Ludwig Willdenow, quien fuera el primero en catalogarlo en 1805, si bien su descripción no coincide en absoluto con su expansión geográfica, pues está ausente en los Pirineos. Popularmente se le conoce como carballo, al igual que en Galicia, y da nombre a la comarca de la Carballeda.
Los melojares constituyen bosques caducifolios con una gran importancia en la creación de suelos. Su hoja puede llegar a ser marcescente, pues resiste seca en el árbol una parte del invierno, antes de que comiencen a aparecer las nuevas hojas. Su capacidad de rebrotar desde el suelo es elevada, lo que facilita una rápida recuperación.
Referencias
- Árboles y bosquetes singulares de la comarca de Sanabria-Carballeda. José Ignacio Regueras Grande
- Árboles singulares de Castilla y León.
- Árboles singulares de Zamora
- Árboles singulares de la provincia de Zamora.
- Un fresnedal con medio millar de vida.
- El jardín de El Fenal de Muelas de los Caballeros
- Los árboles monumentales de Sanabria se dan a conocer en Madrid
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