En Sanabria y Carballeda, los robles se escañaban de arriba hacia abajo, dejando sin cortar las ramas más elevadas. El leñador subía hacha en mano hasta lo alto y las ramas iban cayendo unas sobre las otras, amontonándose encima de las más cercanas al suelo, que eran las últimas en ser cortadas. De esta forma, no había peligro de caídas, si bien no se daban pocos casos de cortes, pues había que sujetar con una mano la rama mientras se golpeaba con el hacha con la otra. La época de escañeo era a finales de octubre o principios de noviembre, pues su función no era otra, además de procurar leña, que la de servir como alimento al ganado ovino en los días más duros del invierno. Así pues, se cortaba cuando el resto de faenas había finalizado y justo antes de que su hoja comenzara a secarse. A ser posible, el escañeo se realizaba con luna menguante. Gracias a esta singular poda, que dibujaba paisajes con esbeltos troncos que se elevaban hacia el cielo, pudo conservarse una buena cantidad de ejemplares, pues estos, situados muchas veces en las lindes de las fincas (cembas) dentro de un sistema minifundista de pequeñas propiedades, permitían la entrada de sol en las explotaciones, y al ser abandonadas dieron paso a su espectacular expansión, multiplicándose por los adiles o baldíos y formando muchos de los actuales bosques jóvenes de Carballeda y Sanabria.
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