Transitar hacia un modelo agroalimentario realmente sostenible

Si alguno de ustedes piensa que 2020 ha marcado un hito debido a las gravísimas consecuencias de la pandemia, no le falta razón. Sin embargo, no se trata de un hecho aislado; recordemos que están en marcha otras situaciones que aceleran un cambio global sin precedentes −como el colapso de la biodiversidad, el creciente calentamiento global, la contaminación del agua y el aire o la desertificación y la pérdida de suelos productivos− que, junto a la pandemia, conforman un conjunto de señales inequívocas que alertan de la insostenibilidad de nuestro sistema de producción y consumo, instándonos a revertir las tendencias que ponen en peligro nuestro bienestar.

En este contexto, uno de los desafíos que contribuye decisivamente a esta configuración de los acontecimientos es el de la producción y el consumo de alimentos, que cuenta con dos contradicciones principales: 
  1. El sector agroalimentario −cargado de retórica medioambiental− está cayendo en manos de un oligopolio de empresas transnacionales que conducen su comportamiento hacia la mercantilización a ultranza.
  2. Las ciudades −sin competencias en alimentación ni agricultura− influyen hoy decisivamente en la configuración de los sistemas agroalimentarios, principal motor del cambio de usos del suelo y contribuyentes al cambio climático con un 25% de las emisiones de carbono. Con este escenario, no es difícil entender los diversos impactos socioambientales generados, como la creciente dependencia de mercados cada vez más lejanos (y el abandono de los de proximidad), la introducción masiva de química en el agro, la incorporación en la dieta de alimentos insanos, el despilfarro de alimentos o la pérdida de empleo local, entre otros.
En contraposición a la tibieza mostrada por los gobiernos nacional y autonómicos, en nuestro país son algunos gobiernos municipales los que están asumiendo el análisis de estos conflictos a través de la implementación de políticas alimentarias urbanas, que suelen centrarse en tres grandes bloques de experimentación y debate: relaciones campo-ciudad, gobernanza y redes de ciudades, un proceso donde el respaldo de los movimientos sociales es valorado como un elemento clave en la incorporación de medidas innovadoras a partir del enfoque agroecológico y la soberanía alimentaria (como viveros agroecológicos, bancos de tierras, o programas formativos de perspectiva integral). Así, siguiendo los pasos dados en otros países europeos, en 2017 se constituyó la Red de Ciudades por la Agroecología, cuyo objeto es la generación de una dinámica entre entidades locales con el fin de construir sistemas alimentarios locales, sostenibles, inclusivos, resilientes, saludables y diversificados, que aseguren comida al conjunto de la población, y que potencien el empleo local.

Ayuntamiento y Diputación podrían plantear esta transición de forma diferenciada, pero coordinada
Esta reflexión sobre el sistema agroalimentario local parece más que necesaria en Zamora, donde existe un gran potencial para transitar hacia un modelo agroalimentario más sostenible. Tanto el Ayuntamiento como la Diputación, podrían plantear esta transición −de forma diferenciada, pero coordinada− como una oportunidad para mejorar la salud a través de una dieta más saludable, como estímulo económico para el comercio de proximidad y el campesinado, como oportunidad de fijar población, como fórmula para luchar contra el cambio climático y como excelente conexión de la ciudadanía con la biodiversidad a través de la formación, el ocio y la creación de comunidad. Un tren que no debería dejarse pasar.

Carlos Morales
REDsilientes


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