Hacia una crisis energética global

El petróleo y el resto de combustibles fósiles han sido un inmenso regalo envenenado que ha propiciado un enorme,
aunque muy desigual, desarrollo económico, pero metiéndonos a la vez en la trampa del cambio climático 
que va a cambiar radicalmente nuestras vidas. Foto de Pixabay.

Hay relación directa entre disponibilidad de energía y crecimiento económico

A nadie se le escapa que en el mundo en el que vivimos existe una relación directa entre energía y crecimiento económico. De forma empírica, algunos autores como el economista Gael Giraud, demuestran que el peso de la energía sobre la economía es de al menos el 60%. No es de extrañar si tenemos en cuenta que un litro de gasolina contiene el equivalente energético a 108 horas de trabajo humano, según el científico Antonio Turiel.

A lo largo de la historia reciente, hemos podido ver cómo los periodos de expansión económica han venido unidos a momentos de crecimiento en la disponibilidad de energía. La explotación y utilización del carbón favoreció las primeras revoluciones industriales y la consolidación del Reino Unido como potencia global. La utilización del petróleo después y los avances para la localización y explotación de nuevos yacimientos fueron requisito imprescindible para el crecimiento y consolidación del capitalismo global que domina el discurso actual. 

Bastan dos ejemplos para comprobar el grado de relación entre la economía capitalista y la disponibilidad de energía. Las crisis del petróleo de los años 70 supusieron profundas crisis económicas y sociales en los países autodenominados “occidentales”. 

Más recientemente, la evolución de los precios del petróleo en los años 2007 y 2008, con máximos históricos ante la certeza, como más tarde reconocería la Agencia Internacional de la Energía, de que el petróleo barato había llegado a su fin, marcaba el inicio de la tempestad financiera y la crisis cuyas consecuencias aún sufrimos. Economía capitalista y energía, de nuevo de la mano.

Y es que, aunque sigue habiendo petróleo para rato, mientras que a principios del siglo XX se invertía 1 barril para sacar 100, ahora se invierte 1 para sacar 10 en el mejor de

los casos, o incluso menos como en el fracking o en el petróleo de arenas bituminosas de Canadá. 

El periodo de débil recuperación económica que hemos vivido desde el año 2015 hasta la llegada de la pandemia, guarda estrecha relación con el crecimiento de la producción de petróleos no convencionales. Con el fracking, Estados Unidos ha vuelto a estar entre los principales productores, manteniendo durante los últimos años una oferta creciente de petróleos no convencionales a precios relativamente bajos pero suficientes para hacer que con los debidos subsidios, esta práctica extremadamente costosa y medioambientalmente desastrosa siguiera manteniéndose. 

El descenso de la actividad producido por la pandemia, ha traído el desplome de los precios, haciendo definitivamente inviable el fracking y produciendo una ola de desinversiones, cuando no de quiebras directas, entre las empresas dedicadas a este negocio. Esto hace prever una reducción de la disponibilidad de la energía seguida de un previsible incremento en el precio, que, siguiendo la lógica que el sistema nos ha enseñado, se traducirá tarde o temprano en una nueva crisis económica al no haber energía barata y abundante disponible… ¿o sí?


José Antonio Alonso. EEAZ





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