Resulta que el paraíso estaba aquí, en la provincia de Zamora

Territorio de la Reserva de la Biosfera “Meseta Ibérica” (UNESCO) con las actividades y proyectos que la cuestionan.
Estas Reservas tratan de compatibilizar el respeto a la diversidad natural y cultural con unos usos económica y socialmente respetuosos.

Agosto ha llegado, pero la Covid19 no se ha ido, y los zamoranos lo sabemos bien. Por eso, como buena parte de la ciudadanía de este país, a la hora de planificar sus vacaciones estivales, los que puedan hacerlo, un buen número de zamoranos y emigrados de esta tierra que vuelven en verano han empezado a (re)descubrir con gozo un tipo de turismo más sostenible frente a los excesos a los que muchos nos habíamos acostumbrado. Sin embargo, las presiones del sector turístico de masas por volver a niveles de actividad previos a la crisis, siguen tratando de vendernos paraísos lejanos, con enormes derroches energéticos y medioambientales, cuando la realidad es que los tenemos aquí al lado, en la provincia y en el extranjero próximo, el Portugal del otro lado de la frontera. 

Muchos españoles desconocen que España es el país europeo con mayor número de “Reservas de la Biosfera” (a nivel mundial solo detrás de Estados Unidos), un título que otorga la UNESCO. EN el caso de Zamora se trata de un importante espacio del oeste, que con Salamanca y Portugal conforman la llamada Reserva de la Biosfera “Meseta Ibérica”, la reserva transfronteriza más grande de Europa.

Pero, cuidado, todos estos paraísos son muy frágiles, poco preparados para ese turismo acelerado, de consumo compulsivo de vivencias y mercancías, que promociona la industria turística. Son zonas que demandan otro tipo de turismo, muy respetuoso en sus actividades y movimientos, lento, pausado, abierto al disfrute del encuentro y el intercambio. 

La fragilidad de este patrimonio natural de enorme valor medioambiental está sometido en estos momentos al acoso de una salvaje minería a cielo abierto que trata de rebañar las últimas migajas de antiguas explotaciones a costa de destruir grandes extensiones de terreno. El proyecto de Valtreixal para nuestra desgracia no será el único. Tenemos también por delante las mastodónticas y desmesuradas instalaciones de energía eólica y solar, que se unirán a las hidroeléctricas existentes, destrozando ecosistemas y expulsando de sus tierras a los pocos habitantes que van quedando.

Y a todas estas agresiones se viene a añadir prácticas preocupantes de turismo que, bajo nuevas denominaciones como “deporte y turismo activo” (rallys, motos, bicis de montañas,...), viene a irrumpir como elefante en cristalería rompiendo el sosiego tranquilo y silencioso que exige la frágil biodiversidad de estos parajes. 

Si además son las autoridades competentes -algunos municipios, JCyL y Diputación- los que permiten y promocionan estas prácticas, vamos listos. Estos lugares, interesantísimos como destino turístico de naturaleza, no se pueden promocionar sin antes analizar y tener en cuenta su capacidad de carga para preservarlas del deterioro. Algunos lugares como el Lago de Sanabria, sometidos todos los veranos a un fuerte estrés, lo están demandando a gritos desde hace tiempo. La contención saludable de este verano debería ser la norma a seguir en el futuro. 

No vale todo en aras de un crecimiento suicida. No lo olvidemos: los paraísos naturales son muy muy frágiles. 


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