EL LAGO Y LAS MOSCAS

Postal del lago en los años 60, cuando no sufría la presión humana de las últimas décadas, 
lo que le permitía mantener sus aguas límpidas en equilibrio.

Cuando la pérdida de transparencia da paso a lo incierto

Todos los zamoranos sabemos que el Lago de Sanabria es una joya. Además de ser el lago de origen glaciar más extenso y profundo de la Península Ibérica, es también el más occidental y meridional de todo el continente europeo, y la importancia como ecosistema único que es, no solo queda reducida a su maravilloso enclave, sino que está en el propio corazón de sus aguas. 

Desde el punto de vista ecológico tiene tanta relevancia como las Marismas del Guadalquivir, las Tablas de Daimiel o el Mar Menor por su singularidad, y todo ello ha hecho que su atractiva naturaleza mueva desde hace mucho tiempo a miles de personas a visitarlo, fundamentalmente en verano, para disfrutar de sus paisajes, de sus aguas, de sus gentes y de su entorno.

Para mantenerlo como Lago único que es, si no queremos que se convierta en un pantano cualquiera, debemos cuidar de la calidad de sus aguas ahora enfermas, y hay que ponerse manos a la obra sin buscar excusas que prolonguen más su deterioro ahora acelerado. Aún es posible.

Desde el año 2012 se hicieron evidentes los signos de su profunda transformación, que no quiso ser reconocida por las administraciones bajo cuya competencia se ampara su gestión. 

Las aguas gélidas y absolutamente transparentes que siempre tuvo han dado paso a otras de tonalidad verdosa en las que la transparencia se ha mutado en neblina, y su frescura en tibieza. Y eso afecta a la esencia más profunda de su ser, y el motivo, aunque de sobra conocido, es esquivado una y otra vez buscando excusas que intentan explicarlo, sin entrar en las verdaderas causas de su degradación.

Imaginemos que en nuestra impoluta cocina un día nos sorprende encontrar una mosca verde a cuya presencia en principio, no damos importancia. Al cabo de unas horas ya vemos dos o tres y no encontramos explicación y atribuimos esto al tiempo y a que estos insectos han buscado el mejor refugio en nuestro hogar. Varias horas más tarde casi una docena de ellas merodean se posan y nos hacen sospechar de algo extraño está ocurriendo y buscando minuciosamente encontramos, que por descuido, al preparar la comida el otro día, dejamos unos despojos en una bolsa en el cubo de desechos que no tiramos al contenedor

Esos desechos que no arrojamos al contenedor son las aguas que llegan sin depurar adecuadamente al Lago. Está el cubo, sí, igual que están las depuradoras, pero de nada sirve si no depuran. 

Todos los compuestos que llegan al Lago sin tratarse alimentan y generan un caldo de cultivo óptimo para que crezcan en él millones de millones de algas que dan su color verdoso al agua. 

Desde el año 2012 asistimos al desarrollo masivo de sus poblaciones, mientras algunos miran a la ventana señalando que las moscas verdes han entrado en casa atraídas por la luz cuando un profundo olor a podrido invade todo.

Antonio Guillén Oterino


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