Que Zamora es una ciudad europea, con trazado y calidad urbana notable lo entendí cuando visité por primera vez Italia. Aquello ocurrió hace más de treinta años pero, salvando las distancias en recuperación del patrimonio, ya entonces se hacían evidentes las posibilidades que esta ciudad reunía no sólo para el turismo, sino para vivir con calidad.
Fue también la primera vez que observé cómo la gente utilizaba la bicicleta para ir a su trabajo; mujeres y hombres vestidos impecablemente que se movían sobre dos ruedas en núcleos ya entonces peatonalizados y cerrados al tráfico de automóviles. Después pude ver cómo otras ciudades del norte apostaban por la bici en climas mucho más duros que el nuestro, mientras nosotros habíamos olvidado la bicicleta en la que hasta hacía poco tiempo transportábamos todo tipo de objetos, familia incluida.
España había optado definitivamente por el coche, símbolo de una clase media que comenzó a ir de vacaciones en el Seat 600 y terminó subiéndose al todoterreno para ir a comprar tabaco a la vuelta de la esquina, dejando el motor encendido...
No es que hayamos despilfarrado a conciencia las energías fósiles agotables del planeta en aras de la comodidad y maneras de nuevos ricos, es que además hemos llenado de polución los lugares donde también viven nuestros hijos y nuestros mayores, obligándoles a respirar un aire insano, y ocupando cada metro cuadrado con nuestra chatarra de última generación, olvidados de los espacios comunes.
Todos nos creímos que eso era vivir bien, todos. Hasta que llegó el último virus - antes habían llegado las enfermedades respiratorias y el anuncio desesperado de los científicos sobre el cambio climático que se avecina- y hubimos de recogernos en casa para salvarnos y meditar sobre la huella atroz de nuestra forma de vivir.
Ahora, mientras los ayuntamientos empiezan a buscar soluciones a la movilidad, los ciudadanos redescubrimos el espacio que nos pertenece saltando de las aceras a las calles, disfrutamos del placer de transportarnos a pedal sin el peligro agobiante de los coches. Ahora diseñemos una vida distinta para Zamora.
Concha San Francisco
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