La inesperada pandemia del coronavirus y sus consecuencias brutales nos ha hecho cambiar la percepción sobre el modelo económico que conduce la vida en nuestro planeta, desvelando la enorme fragilidad de nuestra forma de vivir en un sistema globalizado y sus efectos en el modo de realizar algo tan necesario como abastecer a la población.
Confinados en nuestras casas, dependemos más que nunca de unos servicios públicos como la sanidad y la dotación de materiales necesarios para preservarnos del virus, materiales que hubo que salir a comprar fuera, porque no los fabricamos aquí, en un mercado imposible de prever ni en precios ni en plazos de entrega.
Somos vulnerables, pero también en lo que afecta a nuestro sistema alimentario, actualmente globalizado y dependiente de importaciones y empresas multinacionales que controlan el sector de la distribución. Parte de los alimentos que llegan a los supermercados recorren miles de kilómetros por el mundo antes de llegar a nuestras casas, un modelo absurdo e insostenible, que acelera la crisis climática porque se basa en el despilfarro de energías como el petróleo, contaminantes tanto en la producción como en el transporte.
La crisis del COVID nos ha hecho despertar bruscamente del sueño del consumo seguro e infinito. Todo se ha paralizado para impedir la propagación del virus, la economía mundial ha entrado en recesión y es quizá la primera vez que somos conscientes de que necesitamos de una organización distinta y cercana, que nos permita disponer de alimentos suficientes para todos.
Defender los productos de cercanía en Zamora
Los zamoranos pueden encontrar en el pequeño comercio y solo en algunos grandes supermercados
los quesos, vinos, legumbres, frutas y verduras que se producen en nuestra provincia. Fotografía: La O.D.Z.
La lógica nos dice que si queremos saber lo que comemos, y garantizarnos alimentos de calidad , sanos y frescos, un principio básico de la soberanía alimentaria, solo tenemos que volver nuestros ojos a quienes siguen ahí, al lado nuestro, produciendo cada día alimentos, en un lugar como Zamora, donde la agricultura y la ganadería constituyen la base de nuestra economía y nuestra cultura. Este sector está constituido por pequeños y medianos productores de alimentos, empresas familiares y campesinos que trabajan la tierra y cuidan del ganado, a veces de razas autóctonas únicas y de alta calidad.
Tenemos productos cercanos de gran valor que, como consumidores y paisanos, deberíamos ser los primeros en defender, si queremos que ese sistema productivo local sea capaz de resistir no solo esta crisis, sino la competencia de precios de los mercados internacionales. Sin embargo a menudo olvidamos la posibilidad de comprar en las pequeñas tiendas y mercados de cercanía que se nutren de esos productos locales, y dirigimos nuestros pasos a las grandes superficies donde a veces adquirimos productos muy lejanos.
Necesitamos que los productores locales sigan viviendo de sus pequeñas explotaciones en las zonas rurales de este país, para mantenerlas vivas, y exigirles, a cambio de unos precios justos en sus productos, que cuiden de los recursos naturales y procuren el bienestar animal, en vez de ir destruyendo la tierra con modelos intensivos de producción que solo conducen al desastre ambiental, como esta pandemia ha dejado en evidencia.
Concha San francisco
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