El laberinto en el que nos encontramos tiene que tener una salida que pase por otra manera de entender la vida y organizarnos. Ahí es donde entran en juego movimientos como el ecofeminismo, que cuestionan las raíces del capitalismo hasta demostrar que la base en la que se sustenta es inviable. En palabras de Yayo Herrero “nuestro sistema es ecocida al basarse en una explotación de la naturaleza sin límites y sin escrúpulos”. Aquí es donde feminismo y ecologismo se dan la mano porque esta degradación del mundo natural está totalmente conectada con la subordinación y la opresión del cuerpo de las mujeres en este sistema heteropatriarcal.
Las mujeres hemos tenido tradicionalmente un rol de cuidadoras, cuidadoras de la familia, de la casa, del huerto…, en un papel mucho más cercano a la naturaleza, que ha forzado a través del vínculo una sensibilidad ecologista como consecuencia de una división sexual del trabajo. Mientras tanto el papel asignado al varón ha sido el del yo masculino dominador, protector del hogar, la familia…, a la que defender incluso con violencia si fuera necesario. Esta idea nos lleva a la etiqueta de “devastador y acaparador” atribuida al género masculino, pero la cual, no olvidemos, es una construcción social.
El cambio de sistema, que incluye el cuidado de nuestro planeta tan malherido, pasa necesariamente por una ruptura de los roles masculinos y femeninos. Una nueva visión que ponga necesariamente el foco de nuestro modus operandi en la vida: el aire limpio, el agua limpia, el alimento que se convierte en materia y se recicla para volver a ser vida y alimento de nuevo. Aquí es donde estamos mal-interviniendo porque no somos capaces de reconocer que la vida es lo más importante de nuestra existencia; y si no nos consideramos parte de su entramado, no estamos siendo realistas y no habrá futuro para el ser humano.
Dos posibilidades: competir sin límites o compartir sin límites
La única opción que tenemos debido a las limitaciones del planeta es el decrecimiento. O competimos cruelmente por unos recursos cada vez más escasos o buscamos la forma de repartir con criterios de igualdad. Se nos plantean solo dos posibilidades: competir sin límites o compartir sin límites.El ecofeminismo destrona la riqueza material del capitalismo para poner la vida en el centro y repartir las tareas de modo que hombres y mujeres se hagan cargo de los cuidados, desde una perspectiva justa y mucho más humana que nos acercará además a cuidar, sentir y valorar la Tierra. Es un acto de vuelta a la naturaleza desde el amor y la justicia que necesitamos llevar a cabo para que podamos tener un futuro como especie, un futuro con vidas dignas que merezca la pena ser vividas.
Alicia Fernández Pascual
Entrepueblos Zamora
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