8.3. El VIRUS QUE NOS MANDA GAIA


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Érase una vez Gaia, la Tierra repleta de árboles, plantas, una gran cantidad de especies de animales, insectos, etc, en definitiva, llena de vida. Tenía una forma propia de hacer las cosas en la que todos sus “habitantes” interactuaban entre sí al son que les ordenaba. Todo discurría en un orden armónico y producía un aire y un agua muy puros. Sin embargo, hubo una especie que lo quería acaparar todo. En su estupidez, todo lo pretendìa dominar, intentando romper las normas físicas y biológicas de esa entidad planetaria viviente que parecía casi divina.

Era tal la locura como se manifestaba el Hombre, una especie de entre los millones que habitaban el planeta, que empezó a contaminarlo todo y a destruir aquella misma Vida que le permitía sobrevivir, agotando los recursos de todos los “habitantes”, sin pensar en nada ni en nadie, tan solo en el único objetivo de satisfacer su egoísmo. Porque su forma de vida, que solo se permitía 1/6 parte de su población, provocó que el clima empezara a cambiar a peor, los recursos comenzaran a agotarse y un deterioro profundo de otros muchísimos indicadores ambientales, se pusiera en marcha.

Gaia se cansó y le mandó un bichito muy pequeñito, como penúltima advertencia de que una sola especie estuviera acabando con la Vida, lo que significaba el propio suicidio, ya que su futuro era sólo uno: colapsar.

Y así, en todos los lugares se establecieron medidas de choque, muchas medidas, y una de ellas fue la de “viajar cuando sólo fuera necesario”, medida que en su no vivir, casi todo el mundo de esa 1/6 parte de la población mundial incumplía muy frecuentemente.

Y ocurrió que llegaron a la conclusión de que la razón de ese movimiento continuo había sido el huir de ellos mismos y de su propia forma de vivir.

Así que el final de esta historia aún podemos escribirla entre todos.


Ramón Rodríguez. EEA

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