Viviendas sostenibles alimentadas mediante energía solar fotovoltaica en el barrio solar de Vauban (Friburgo, Alemania). Procedencia de la imagen: Wikipedia
La nueva legislación permite utilizar la red eléctrica como nuestra batería , volcar y recuperar los excedentes.
Recuerdo que ya de pequeño me fascinaba aquello de que con una placa azulada se pudiera transformar la energía del sol en electricidad. Y confieso que a pesar de conocer ahora los rudimentos de esta forma de producir energía, sigue fascinándome la idea de poder transformar la luz que todos los días recibimos del sol, en electricidad para iluminar la casa, poner la lavadora o freír un huevo.
Tengo que confesar también que antes de lanzarme a la aventura de producir mi propia electricidad y poder, como ahora, escribir este artículo sin consumir nada de la red, tenía mis dudas, dudas que veía reflejadas en la cara de aquellos a los que comentaba los detalles.Y es que hay que reconocer que el tristemente famoso “impuesto al sol” consiguió lo que perseguía: meter el miedo y la duda en la gente que pensaba, que pensamos, que utilizar nuestros tejados y terrazas para producir la energía que necesitamos, es una buena idea.
Afortunadamente el año pasado se aprobaba el Real Decreto 244/2019 de 5 de abril, que nos devolvía a la senda del sentido común y nos permitía hacer lo que llevan años haciendo otros países de nuestro entorno: favorecer la producción local de energía y la autonomía de los ciudadanos frente a las prácticas del oligopolio eléctrico.
Si bien podría ser más ambicioso en numerosos aspectos, este Real Decreto obliga a las distribuidoras a compensarnos, si queremos, por el excedente de energía que producimos. De esta manera, la red eléctrica puede funcionar como si fuera nuestro sistema de baterías, inyectando lo que producimos de más a mediodía, por ejemplo, para recuperarlo por la noche.
Aunque el Decreto diste de ser perfecto, sí potencia el autoconsumo de una forma mucho más decidida y racional y facilita que la amortización sea más rápida. Aunque para algunos la amortización económica pueda ser la principal motivación, es fundamental tener en cuenta la amortización medioambiental. En este sentido aspectos como el lugar de fabricación de las placas y el inversor son fundamentales para reducir la huella de carbono y aumentar al mismo tiempo la Tasa de Retorno Energético de nuestra instalación.
La nueva legislación hace posible la idea de poner a trabajar los muchos y muy bien orientados
tejados que tenemos en nuestras ciudades y pueblos para acercar la producción de energía al punto de consumo. Además de que posibilita obtener rendimiento económico, no hay duda de que merece la pena medioambientalmente, facilita un uso más racional del espacio del que disponemos para generar energía de proximidad, y junto con el tejido cooperativo que se está creando, nos permite caminar hacia un sistema eléctrico distribuido, independiente y justo.
José Antonio Alonso. EEA Zamora
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