La agricultura industrial acaba con la vida de los campos




 Aproximadamente el 90% de los plaguicidas pasa al medio ambiente. Foto Pixabay

Dos tercios del abono químico utilizado se filtra contaminando las aguas subterráneas

El impacto ambiental de esta forma de producción agrícola, que no de producción de alimentos, resulta ya perceptible en numerosas partes del mundo, y Zamora no podía ser una excepción.

¿Sabe el agricultor las consecuencias de los productos que compra y que luego aplica para obtener la cosecha que la industria le promete? 

Noticias recientes como la tragedia del Mar Menor, que supuso la práctica extinción de la vida acuática de la laguna, puso de repente sobre la mesa, las consecuencias del modelo agrícola industrial.

El abono químico que llevamos aplicando a nuestras tierras durante hace más de 50 años, se compone básicamente de Nitrógeno, Fósforo y Potasio…Pues bien, solo una de cada tres partes de este abono es aprovechado por la planta. El resto se filtra contaminando las aguas subterráneas, obligando a la Administración a instalar potabilizadoras donde antes no se necesitaban, o acaba llegando a los ríos y mares, en los que se convierte en alimento para algas que, ante la abundancia de nutrientes, se desarrollan descontroladamente consumiendo el oxígeno del agua y matando a peces y fauna acuática simplemente por asfixia. 
Enormes zonas de nuestros mares se encuentran ya desprovistas de vida, tal y como pasó en el Mar Menor. Otra parte del nitrógeno que no aprovecha la planta, al oxidarse, se convierte en óxido nitroso, un gas de efecto invernadero 296 veces más potente que el CO2.

Cabe sin embargo reseñar que el humus vivo, la tierra viva, la que no ha sido sometida al “paquete tecnológico”, contiene hasta 3 veces más nitrógeno, 7 veces más fósforo y 11 veces más potasio que los suelos tratados con abonos químicos, y además de ayudar a retener más agua y ser más resistente a las sequías, no tiene ninguno de estos efectos.

Por otro lado, mientras algunos plaguicidas se relacionan con el incremento de enfermedades del sistema nervioso como el parkinson, el herbicida estrella de la agricultura industrial, el RoundUp basado en el Glifosato, un compuesto químico utilizado originalmente como desatascador industrial y que no se degrada acumulándose en el medio ambiente, ha recibido ya varias condenas por provocar cáncer a personas que estuvieron expuestas. La Organización Mundial de la Salud ha dicho del Glifosato que “causa daño en el ADN y los cromosomas humanos”. De este tipo de compuestos, como máximo un 10% termina afectando a la plaga para la que se aplica. Es decir, aproximadamente el 90% pasa al medio ambiente degradándose o acumulándose y contaminando suelo, agua y tierra, y en última instancia, enfermándonos.

José Antonio Alonso. EEAZ

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