Energía eólica sí, pero no a cambio de destruir nuestro patrimonio faunístico, forestal y paisajístico




Ante la emergencia del cambio climático y la necesidad urgente de reducir las emisiones de CO2, la energía eólica, limpia y renovable, aparece como la panacea para el problema de las sociedades postindustriales y consumistas. En el ámbito ecologista la defensa de la energía renovable es indiscutible. Como indiscutible es el concepto de autonomía energética siempre y cuando vaya encaminada a la descentralización y el autoconsumo y no se repita el modelo actual de las grandes empresas eléctricas cuyo fin es mantener su oligopolio. Una política energética eficiente debería tener en cuenta una distribución territorial más justa a nivel de coste y beneficios, en la que primara la cercanía de los centros productores a los núcleos consumidores.(1)

Ahora bien, junto a las innegables ventajas de las energías renovables, también es necesario desde el ámbito ecologista tener en cuenta otros factores, no vayamos a correr el riesgo de “sustituir una burbuja inmobiliaria, que ha rellenado con edificios nuestras costas y nuestros parajes naturales recalificados, por parques eólicos esparcidos por nuestros ecosistemas forestales, que también encierran otros recursos naturales dignos de al menos la misma protección que los recursos eólicos”.(2)

El territorio rural de la España vaciada se está convirtiendo en el objetivo de macroproyectos para la generación de energía eólica. Las empresas buscan sitios con poca población donde es más difícil articular quejas y reivindicaciones y donde los recursos económicos son escasos. Los pequeños ayuntamientos no dudan en aprobar la instalación de parques eólicos en sus montes públicos ante la promesa de creación de empleo y  lo que consideran conspicuos ingresos para las arcas municipales, incluso renunciando a ingresar la práctica totalidad de impuestos como el  ICIO, el IBI o el IAE. 

Es significativo el caso de la comarca de Sayago en la que la empresa Windvision proyecta instalar 66 aerogeneradores repartidos por los términos municipales de Almeida, Bermillo –con sus ocho núcleos de población– y Muga. No parece que los equipos de gobierno de estos tres municipios se hayan planteado las desventajas de semejante proyecto, el impacto ambiental y paisajístico que supondrá, ni hayan reflexionado sobre la posibilidad  de negociar con la empresa un redimensionado del proyecto inicial en busca de un equilibrio entre las ventajas y desventajas del mismo. Es cierto también que el impacto no será el mismo en todos los términos municipales: Almeida contará con una sexta parte de los aerogeneradores y el resto se concentrará en Bermillo y Muga.


Veamos cómo afecta la instalación de un parque eólico de grandes dimensiones al territorio. Si la ubicación se proyecta en el monte –caso del proyecto de Windvision en Sayago– será inevitable para la instalación de los aerogeneradores y de las líneas de evacuación la tala de árboles –bien sabemos el papel que juegan como sumideros de carbono y por tanto como amortiguadores del cambio climático–,  y el movimiento de tierras para crear los caminos de acceso con la subsiguiente destrucción de la cubierta vegetal y la posible colmatación de regatos que provocaría la formación de escorrentías.



La zona en la que se ubique el parque determinará el mayor o menor impacto en la mortandad de la fauna especialmente en aves y murciélagos por colisión. Incluso si se trata de espacios naturales no protegidos, la proximidad de zonas LIC y ZEPA, como es el caso donde se ubicará el proyecto de Windvision,  supone que la zona sea lugar de paso y campeo de muchas especies.

Todo parque eólico afecta al paisaje y a la calidad paisajística como consecuencia del impacto visual producido por los aerogeneradores, caminos y vías de acceso y líneas de evacuación. La mayor o menor afección dependerá obviamente de la magnitud de la instalación y de la existencia de otras instalaciones de producción y transporte de energía. En una sentencia del Tribunal Supremo de 16 de junio de 1993 se dice: “[… ]no puede considerarse como objetivo primordial y excluyente la explotación al máximo de los recursos naturales, el aumento de la producción a toda costa, sino que se ha de armonizar la <<utilización racional >> de esos recursos con la protección de la naturaleza”. 


Tal como recoge el Convenio Europeo del Paisaje, ratificado por España el 26 de noviembre de 2007, los paisajes son un elemento fundamental del entorno humano, expresión de la diversidad de su patrimonio común cultural y natural y fundamento de su identidad. El paisaje constituye un aspecto importante de la calidad de vida de los ciudadanos. Sin embargo, tal como apunta Francesco Vallerani (3), solo una “sociedad local” madura es capaz de cuidar su territorio, entendido como base para una adecuada y armoniosa actividad económica, pero también como soporte del sentido y placer de habitar en él. La relación entre calidad de vida y degradación visual del paisaje se refleja en la sensación de angustia que de esta se deriva.

Y una última consideración, hay que evitar que el medio rural vuelva a utilizarse como entorno al servicio del medio urbano, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayoría de los gastos que conlleva la instalación de un parque eólico está en la fabricación de los aerogeneradores y sus componentes. Tal como señala José Martínez Sánchez (4) “los paisajes rurales que sufren los impactos y el coste de oportunidad subyacente, no son precisamente los que reciben la mayor parte de las inversiones, debido a que las fábricas de aerogeneradores y componentes se ubican en zonas distintas a las áreas de instalación de los parques eólicos”. Por no entrar en considerar el coste energético que supone tanto la fabricación como el transporte de los distintos elementos desde el lugar en que se fabrican hasta el lugar de instalación.


Notas

(1) Véase Sergi Saladié, Conflicte entre el paisatge i l’energia eólica. El cas de les comarques meridionals de Catalunya, Pagès Editors, Lleida, 2018.
(2) Eva Blasco Hedo, “Los intereses energéticos y ambientales derivados de la instalación de un

parque eólico. ¿Existe realmente algún conflicto que resolver?”, en Eva Blasco Hedo (Coord.), Energía eólica: incidencia de la actividad energética en la sostenibilidad ambiental, CIEMAT, Madrid, 2011. Consultable en: http://www.cieda.es/CIEDAportal/recursos/doc/Comunes/1982281450_562013145826.pdf
(3) Francesco Vallerani, “La pèrdua traumàtica del sentit del lloc: degradació del paisatge i patologies depressives” en Paisatge i salut, Observatori del Paisatge, Olot, 2008. Disponible resumen en castellano en: http://www.catpaisatge.net/fitxers/publicacions/paisatge_salut/ps_esp.pdf
(4)  José Martínez Sánchez, “La nueva ‘colonización’ industrial del medio rural: los parques eólicos”, en en Eva Blasco Hedo (Coord.), Energía eólica: incidencia de la actividad energética en la sostenibilidad ambiental, CIEMAT, Madrid, 2011. Consultable en: http://www.cieda.es/CIEDAportal/recursos/doc/Comunes/1982281450_562013145826.pdf


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